jueves, 30 de octubre de 2008

Entrevista a Leónidas Lamborghini

Leónidas lamborghini nació el 10 de enero de 1927 en el barrio de Villa del Parque y es uno de los autores más originales de nuestra poesía. Celebrado por autores de la talla de Leopoldo Marechal y Oliverio Girondo, ha dado a luz una obra donde prevalece la parodia y lo experimental. Vivió en México con su familia entre 1977 y 1990, año en el que regresó a la Argentina. Entre algunos de sus libros figuran: El saboteador arrepentido (1955), Al público (1957), El solicitante descolocado (1971), Episodios (1980) y Odiseo confinado (Premio Boris Vian 1992). El conjunto de su obra recibió el Premio Leopoldo Marechal, en 1991.

Vos sabes que la poesía no es materia de gran venta ni de best seller. Sé que aunque se haga la mejor poesía siempre la narrativa irá adelante. De todas formas, para mí la poesía es la expresión más intensa del corazón humano y hay mucha narrativa contemporánea que es subsidiaria de la poesía. La poesía trabaja con el lenguaje de otra forma, la narrativa cuenta, la poesía expresa, por lo tanto su trabajo con la palabra es mucho más importante que el del lenguaje que se utiliza para contar, para narrar. Es la palabra por el sonido y por el sentido. Decía Valery que es una vacilación entre el sonido y el sentido, bueno se han hecho muchas definiciones acerca de lo que es y lo que no es poesía. Yo siempre me acuerdo cuando era pibe y leía así al tun tun, por ejemplo lo leía a Bécquer, no a Beckett, a Bécquer, que es un romántico que se las trae, porque es un romántico con forma, vos lees a otros románticos españoles de esa época y te podes dar cuenta de la concisión que busca él. Hay un poema que en un primer momento me pareció cursi, pero que después, con la vuelta de los años, ves que el tipo trabaja en el poema en busca de una explicación acerca de qué es la poesía; y entonces dice en una parte: poesía eres tú. Parece una pavada, pero ahí el poeta ha encarnado a la poesía, quiere decir, la poesía es vida, el Eros de la palabra. Ese “poesía eres tú” podría haber encarnado en cualquier otra forma, como en un caballo o en una mujer, etc. En consecuencia la definición de Valery está muy bien, pero encaja mejor dentro de un plano más teórico, me quedo con poesía eres tú.

El arte para mí es el “cómo”, a mí me contaron hace poco una anécdota de una maestra que leyó un poema en el aula y un chico entusiasmado le pregunta: -¿cómo lo hizo?-
Es decir, para mí el arte es el cómo, en lo que estamos hablando refiriéndonos a la escritura, el goce de la escritura. Yo diría que en poesía es mucho más intenso que en narrativa y otras formas aunque los temas sean siempre los mismos, el odio, el amor, las mujeres, etc. (desde que el mundo es mundo diría la Eclesiastés) lo que varía es la escritura, la forma en que un siglo o una época considera esos temas, la manera de abordarlos y ahí está el poeta, porque si el poeta es poeta, -¡mirá!- no hay escuela, no hay encasillamientos, no se puede decir que no se puede ser explicito o implícito, etc. Cuando el tipo maneja sus recursos, cuando tiene la suficiente astucia que debe tener un creador para no caer… por ejemplo, si se es explícito en política, no caer en un poema de propaganda de estado, porque eso tiene vida corta. Es decir, los gauchescos son políticos, pero quedan. Martin Fierro es un poema político que remite a un problema actual en los argentinos, el problema político. No terminamos de hacer lo que decía Bartolomé Hidalgo y lo gauchesco, unirnos. Yo estoy cansado de repetirme a mí mismo y de repetir, “los hermanos sean unidos, porque esa es la ley primera…” y es lo que nos está pasando, pero hace rato nos sucede ese proceso de guerra civil encubierta. Y sí que hubo vencedores y sí que hubo vencidos, y sí que continúan esos enfrentamientos, sobre todo Buenos Aires con el interior. La gran cabeza de Goliat, decía Ezequiel Martínez Estrada, una cabeza que siempre ha mirado afuera, trayendo modelos de afuera sin tener en cuenta nuestra idiosincrasia, nuestra cultura. Lo traen mecánicamente, entonces ha sido un fracaso, porque ha sido una copia y una cosa es copiar y otra cosa es emular, es decir, vamos a tomar este modelo y vamos a hacer una crítica de este modelo desde nuestra situación y a partir de allí lo aplicamos de acuerdo a nuestras necesidades y características. Tomar lo que nos conviene descartando lo que no atañe a nuestra idiosincrasia, pero acá se hizo todo al revés. Torpes, brutos, de una brutalidad que casi casi se puede comparar con los regímenes más horribles como el stanilismo o el nazismo y hasta podés considéralos una caricatura, porque todo lo que se hace acá es caricatura de otros modelos. De todas formas, los métodos fueron esos y nos los impusieron. Indudablemente estos temas han influenciado en mi poesía, pero como un material a utilizar. En la saga de El Solicitante descolocado, yo he puesto mucha atención en que el personaje no fuera una figura plana o un portavoz de mis ideas políticas, sino de carne y hueso. Si vos lo leés bien, El Solicitante descolocado es un pecador, el tipo está preocupado de ir al infierno. Ese es un libro que todavía está por redescubrirse. Ahí está lo gauchesco y los letristas de tango. Está el ritmo del vagabundo que va viviendo y va observando todo a su alrededor. Ya en el prefijo des, está el margen, colo-cado que es loco y solicitante porque más allá de la cosa inmediata, el ser humano es un solicitante perpetuo hasta llegar a la plegaria. El deseo no lo abandona nunca, solicita, quiere más. Hay una exclusión, el personaje es un ser marginal que lleva la marca del margen y que desde ahí dice sus diatribas, sus ruegos como para que lo dejen entrar. Es como por ejemplo, si uno lee el Martin Fierro, el personaje hace una denuncia desde el margen y paradójicamente por otro lado pide ser aceptado. En la segunda parte, lo encontramos a Hernández mediatizando su poema en el sentido de mostrar esa otra cara, -bueno, ahora déjenme entrar-, o sea que se denuncia el margen, pero al mismo tiempo se quiere ser incluido. Es el problema de la exclusión, un problema central todavía para nosotros, porque si vos ves las villas miserias, cómo viven en el conurbano, etc, etc. son excluidos. Es una farsa trágica todo y por eso el “héroe” de esta época de la derrota debe ser un bufón como es El Solicitante descolocado. Debe ser un tipo como los Discepolo que buscan lo trágico a través de lo cómico, debe ser como quería Herman Melville descubrir la mueca de lo cómico en medio de lo trágico, y debe ser como los gauchescos. -¡Minga de folclore, de guitarra de todo eso!- lo que hay que leer es la risa, esa risa oblicuo, zorruna, esa risa bufonesca que está dirigida a abrir una grieta en el muro de la hipocresía para descubrir la impostura y develar la farsa. Entonces, por ejemplo, cuando ocurren esas deformaciones del lenguaje que son vistas desde el folclore, pero que yo no las veo desde el folclore, es decir, que cuando el tipo dice: “costitución” y no “constitución”, en esa deformación está la crítica. Cuando dice que él es “pueta” y no “poeta”, cuando dice “lay” en vez de “ley” quiere decir que no es una cosa meramente folclórica que dice que el gaucho habla así, no. Creo que hay una deliberada intención en esas deformaciones, empezando por Bartolomé Hidalgo, el uruguayo precursor que inventa, inventa. Después de él viene todo lo demás, pero inventa el tono, el metro e inventa el tema también, pero por sobre todo destaco la risa…


…Hay autores de un solo libro, es decir, no poder superar algo que desde el vamos se dio en ese momento y bajo la influencia de misteriosas circunstancias. La evolución de un escritor supone el buceo cada vez más profundo en el tema y en la forma de decirlo. Concibo al poeta como una especie de artesano, de ebanista conocedor de sus instrumentos y creo en lo que dice Joyce con respecto a la astucia que debe tener para lograr una buena producción con el lenguaje. Yo siento que he escrito un solo libro que es El solicitante descolocado. Sin embargo, he escrito cuarenta. Lo otro, bueno, es seguir experimentando, no cerrar la cosa. Lo veo como un proceso de experimentación. Baudelaire lo dice: "au fond de l’inconnu” en “El viaje”, hay que ir al fondo de lo desconocido. Bueno, uno después de escribir su libro trató de internarse en el lenguaje para seguir experimentando y seguir siendo devorado por ese demonio del lenguaje. En el caso de
Walt Whitman fue fácil, era nada más que agregarle poemas a una matriz que fue el libro “Hojas de hierba”. Ahí tenés el caso de un hombre que canta una especie de nuevo nacimiento y parece que escribe desde ahí y después la adopción de la forma de versículo, aunque eso es entrarnos en la forma, pero cuando yo estoy un poco caído voy a Walt Whitman porque me canto y me celebro. Y que va de acá y que va para allá, expresa el sentido de la aventura, pesca, caza, cruza ríos, esa visión panteísta de la cosa. Jack London es otro gran escritor que también le da gran énfasis a la aventura, algo que creo que se ha perdido un poco. Yo cuando salí con El solicitante descolocado fui rechazado totalmente, pero hay que ver en esa época como se confundía la lírica con la poesía, no había épica, no había sátira, la generación del cuarenta era elegíaca y sus modelos eran Rilke y Milosz. Después vino la década del cincuenta con Raúl Gustavo Aguirre que trajo otros modelos, impensablemente ahí publiqué la primera parte de El solicitante descolocado y así llegó un poco el reconocimiento de algunos autores, incluso me hicieron llegar el comentario de que a Oliverio Girondo le había gustado mucho el poema, sobre todo por el humor. La ruptura fue esa risa. Estaba el pensamiento todavía en aquel tiempo de que había temas para la narrativa y temas para la poesía, el feísmo, la violencia. Y bueno, tuvieron que pasar muchos años, no lo entendían, se iban. Por ejemplo, Rodolfo Alonso y Paco Urondo cuando tuvieron el original dijeron: vamos a hacer una lectura de ésto en el teatro del pueblo junto al tocayo Leónidas Barletta y entonces se hizo y yo leí y decían que eso no era poesía. Me decían que era confuso, que no se entendía, claro, ocurre que en la parte del Saboteador arrepentido es la parte de una fábrica textil donde está todo el proceso de un encargado de fábrica que llega a importarle todo tres pitos, renuncia y aparece todo el lenguaje del mundo de la fábrica y entonces no entendían de que se trataba. Ahora si yo te digo que el otro día llama un muchacho del colegio Nacional Buenos Aires de la comisión general de cultura y me dice que me invitan a leer en el aula magna, yo no me lo creo. Éste es un poco el reconocimiento del que hablamos y del que me siento satisfecho.

…A mi me gusta mucho decir las cosas como en un juego, pienso que el poeta debe jugar con lo suyo y jugarse a eso y debe llegar a entender su juego, sino es un estúpido. Yo creo que mi escritura da pie a muchas otras escrituras, es una escritura esencial sin ornamentos y sobre todo una escritura dramática. La dificultad es que en un momento la poesía se confundía con la lírica, no se concebía una poesía dramática. Yo tenía el personaje y deseaba cumplir con lo que dice Eliot acerca de la transparencia del verso dramático con respecto al personaje, porque sino se vuelve un recital de poesía lírica. No estoy a favor de los ornamentos, considero que en el verso dramático no se pueden permitir los adornos porque detienen la acción, la tensión que recorre todo el poema. Por otro lado, yo me guiaba por Croce, que decía que el poema a su término debe ser una imagen totalizadora. Por eso, en El solicitante descolocado termina con la palabra desbordando, entonces ahí empieza a girar el poema, no termina con algo estático sino que hay una eyaculación, un movimiento. De todas maneras, y ésto ya lo hemos hablado, cada cual encuentra su método de acuerdo a su experiencia y sensibilidad. Hay diferentes recursos que uno se va haciendo y que van de acuerdo a la virtud de cada persona. Yo utilizo siempre el recurso de cortar de pronto, porque veo más la rama en el muñón que la rama entera. Yo puedo decirle al tipo -¡vos sos un hijo de puta!- y ésto y lo otro, todo lo que quieras, pero si yo le digo: vos sos un y punto, queda el muñon, podés ser todo sin decirlo. “Aquí me pongo a cantar”, si vos le pusieras un punto al término de aquí me pongo, tendría una fuerza terrible, porque lo que sigue a continuación es información, a cantar. No sé, son locuras, cosas que uno piensa. Por algo uno tuvo una época de reescrituras y ahí aplico ésto que es una figura retórica que yo desconocía y que luego supe que se llama anacoluto, algo que usaban los españoles del siglo de oro, a veces, para joder.

( Entrevista realizada el 26 de septiembre de 2008 en el depto de Leónidas para DoDó, vida de artistas Nro 4)